Desde el momento en que observamos a un emprendedor exitoso, vale la pena
preguntarnos qué hizo, qué cosas hay detrás de él para haber logrado lo que
tiene. Probablemente, luego de darle varias vueltas a esta pregunta, lleguemos
a la conclusión de que esa persona en algún momento tuvo una idea, pero además
tuvo la voluntad y el coraje de actuar para capitalizarla en algo tangible y concreto.
No cabe duda de que una idea es la base de proyectos exitosos y el primer paso hacia el largo camino del éxito que todos queremos transitar. Una idea es aquello que de manera inesperada llega a nuestras mentes y nos permite imaginarnos ese proyecto económicamente rentable que tenemos años pensando, que acabamos de darnos cuenta del negocio más exitoso que hayamos pensado jamás, o que nos hace sentir que acabamos de descifrar la compleja clave que nos abre el camino hacia el triunfo. Sin embargo, el peligro que se corre al tener una idea de este tipo, es que se quede únicamente en eso; en un pensamiento o en una idea que en algún momento se nos ocurrió.
El interesante y complejo mundo de la naturaleza muchas veces puede
servirnos de ejemplo para explicar cómo el comportamiento humano tiene una
estrecha relación con el funcionamiento natural e intuitivo de los animales.
Hay quienes tienen la pericia para poder explicar variables del mundo
organizacional a través de analogías con insectos; el comportamiento hormigas para
ilustrar los fundamentos del liderazgo, el trabajo en equipo, o el ejemplo de
las abejas para ilustrar la consecución de objetivos en un equipo mientras
construyen la colmena. Sin embargo, el tema de este artículo está basado en la
acción; aquello que le sigue a una idea y que hace que ésta se concrete.
El síndrome de la abeja sin ponzoña hace referencia a las abejas que tienen
la capacidad de volar, pero que nunca atacan a su presa. Describe perfectamente
a aquel insecto que asusta con su presencia y aturde con su ruido, pero que no
pica porque no tiene cómo hacerlo. Su función al momento de acechar a su presa
se reduce a una sola palabra: ruido.
Lo mismo ocurre con nuestras ideas, no basta con tenerlas y pasar horas,
días o semanas pensando en ellas, hay que complementarlas con acciones. Los grandes
proyectos, las empresas rentables y las personas exitosas, tienen detrás de sí la
voluntad de proponerse el objetivo de actuar con el fin de capitalizar una idea
potencialmente exitosa a través de planificación y esfuerzo. Nunca nadie que no
haya arriesgado ha ganado. En una palabra, como diría el exitoso empresario
estadounidense Seth Godin: HAZLO.
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