domingo, 16 de junio de 2013

INTEGRIDAD; el valor agregado de un líder.

El 22 de junio de 1986 durante el mundial de fútbol de México, Argentina le gana a Inglaterra con el famoso gol ilícito  de Diego Armando Maradona. La polémica jugada consistió en meter el balón en la portería con la mano, haciendo creer a los árbitros que había sido con la cabeza. La impotencia que sentían los ingleses tras verse estafados era indescriptible, sin embargo los argentinos no cabían dentro de sí debido a la alegría que suponía ganar ese partido. Que la infracción no fuese descubierta hacía que el gol fuera doblemente admirado, y al final del partido en gran líder Maradona se jactó de que no había sido su mano, sino “la mano de Dios”.



El concepto de liderazgo no se caracteriza por ser una actividad aislada que se lleva a cabo por una sola persona. Por el contrario, la función de un líder consiste básicamente en influir en los demás para que el equipo pueda lograr los objetivos y resultados que se ha propuesto. El líder tiene la capacidad de enseñar el camino y motivar a los demás a transitarlo. 

Lo interesante del liderazgo es que los líderes también modelan conductas. Ahora bien, ¿cuál es el mensaje que envía Maradona en ese partido? ¡Que la honestidad es para tontos! Que lo importante es lograr los objetivos cueste lo que cueste, sin importar que en el camino seamos promotores de fraudes, engaños, alteraciones y mentiras. Que independientemente de que nuestras acciones repercuten en otros, lo más importante soy yo y por encima de mí, mi sombrero. ¿Qué pasaría si Maradona en vez de haber sido un jugador de fútbol hubiese sido el Director de un colegio, el Gerente General de una empresa, o el Presidente de un país?...  ¡Qué peligroso podría llegar a ser el liderazgo en algunos casos!


Da la impresión de que en el mundo en el que vivimos se valora más a aquellos que tienen como hábito transitar atajos en función de lograr un objetivo. Aquellos que tienen la viveza de burlar sistemas financieros para participar en transacciones fraudulentas, los que rápidamente se lucran participando en actividades económicamente ilícitas, los que se dedican a hacer negocios fundamentados en marañas, trapicheos, triquiñuelas, o en definitiva todo aquel que se vanagloria de su fortuna o vida ostentosa que ha conseguido gracias al dinero mal habido. Lo que podríamos llamar el éxito disfrazado o falso éxito.

Contradictoriamente, quienes se han encargado de estudiar las variables que hacen que un equipo, una empresa y una sociedad sea exitosa, han descubierto que el verdadero éxito se alcanza cuando los líderes se encargan de vivir y modelar, ante sus seguidores, los valores más puros del ser humano; la honestidad, la humildad, la honradez y la sencillez. Lo que constituye la integridad de un líder positivo es justamente la coherencia entre sus valores y sus acciones. En alguna oportunidad Peter Senge ha dicho; lo que le falta el mundo para crear mejores compañías, estrategias competitivas y líderes visionarios, es contradictoriamente lo que destacan los libros más vendidos sobre management: la dimensión humana de la empresa.

Aunque algunos líderes mundiales fomentan el falso éxito, no nos podemos permitir quebrar la integridad que nos caracteriza y que la sociedad hoy más que nunca nos demanda. Porque al final del día, lo que nos permite agregar valor en los escenarios en los que nos desenvolvemos, es precisamente garantizar que nuestros actos repercutan positivamente en quienes nos rodean. Además, el liderazgo no es un concepto enmarcado únicamente al mundo empresarial o el fútbol, también puedes vivirlo en otros escenarios como líder de tus hijos, de tus hermanos, de tu pareja, de tus vecinos, de tus compañeros de trabajo. Lo único que hace falta es tomar la decisión y actuar en consecuencia.



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