Es evidentemente lógico que el
equipo que se lleve la mayoría de los méritos en un campeonato deportivo sea siempre
el equipo campeón. Sin embargo, el mundo del deporte es tan mágico y completo,
que a veces nos ofrece la oportunidad de apreciar en los pequeños detalles la
grandeza del ser humano. De hecho, en la actualidad existen autores que se
dedican a explicar, a partir de analogías deportivas, todas las variables que
predominan en el éxito o el fracaso organizacional, personal e incluso de
sociedades enteras. En un equipo de fútbol, por ejemplo, no sólo se evidencian variables
extrínsecas como trabajo en equipo, liderazgo, comunicación, comportamiento de
grupos, culturas, sino también todo aquello relacionado con motivación,
superación, principios, valores, emociones, actitudes, creencias, entre otras
variables intrínsecas que mueven al ser humano.
No obstante, la magia del fútbol
a veces se ve opacada por una valoración superficial del deporte. Los fichajes multimillonarios
y la cantidad de dinero que mueven las publicidades, lo han convertido en un deporte de élite que pareciera que se
desenvolviera en un mundo paralelo al nuestro. El 99% de la población mundial
vemos el fútbol profesional desde las gradas y las pantallas, mientras que el
1% restante lo hace desde la cancha como protagonista.
Y es justamente en ese 99% de
espectadores donde se encuentran personas como Steevy Chong, Samuel Hnanyine, Teheivarii
Ludivion, Afrain Arañeda y Ludovic Graugnard, quienes hoy la vida les ha dado
la oportunidad de compartir la cancha con las más grandes estrellas del fútbol
actual. Vendedor de teléfonos, estibador en un puerto, alpinista, chofer de
buses y profesor de educación física, respectivamente, son las profesiones de
los que hoy forman parte del equipo de fútbol que representa a Tahití en la Copa
Confederaciones Brasil 2013. Parece mentira -incluso risible- que un equipo con
tales características se vaya a enfrentar contra una selección campeona del
mundo y repleta de estrellas como es España. El hecho es que Tahití por ser la selección
campeona de Oceanía, se ha ganado la oportunidad de participar en este apoteósico
evento futbolístico.
Es obvio que la técnica, las
habilidades e incluso rendimiento físico de los jugadores aficionados del
fútbol de Tahití no pueden ser las mismas que tenga un jugador de fútbol profesional del resto de las selecciones participantes del torneo.
Pero lo interesante de este equipo no radica justamente en sus capacidades,
sino en cómo viven el hecho de estar allí, sabiendo que por 90 minutos van a poder compartir la magia del fútbol con jugadores que
han sido sus estrellas del otro lado de la pantalla como Iniesta, Xavi, Iker Casillas, Fernando
Torres, etc... Y además ser vistos por millones de personas en el mundo entero.
La selección de Tahití ya perdió seis
(6) goles por uno (1) en su primer partido contra Nigeria. Pero a pesar de la
cantidad de goles recibidos, fue un equipo que desde el pitazo inicial
dejó la piel en el campo, creó jugadas de peligro hasta el minuto 85 de partido, consiguió convertir un gol y lo celebró como si hubiese sido el más
importante de la historia del fútbol. La alegría, la pasión, las ganas y el agradecimiento de poder vivir
intensamente el sueño de sus vidas, es lo que llena de méritos a esta selección.
El equipo de fútbol Tahití es
sin duda alguna uno de tantos milagros deportivos que nos recuerdan que el fútbol es más que
darle patadas a un balón, que significa mucho más que un contrato
multimillonario. Nos recuerda que cuando una plantilla completa de jugadores, que
vale veintisiete (27) veces menos que el fichaje de Neymar, lucha hasta el último
balón del juego, se levanta con la frente el alto luego de encajar seis (6)
goles, busca con ahínco un gol y lo celebra con desbordada alegría, es porque lo
que mueve a esos jugadores es el orgullo de representar los colores de su país
y vivir la pasión y entrega de 90 minutos de batalla en el campo. Es porque se proponen vivir a cabalidad los verdaderos valores del fútbol.
Y si así son los jugadores,
seguramente los habitantes del país estén reunidos viendo cada uno de sus partidos
al mejor estilo Jamaica Bajo Cero; comentando cada jugada, suspirando cada vez
que el balón pase cerca del área rival, preocupados por ese jugador que está
tendido en el piso con cara de dolor y no termina de levantarse, expectantes de
ver que el balón cruza la línea para dejarse la garganta en un grito de
gol…
… Dios, gracias por permitirnos
ver otro asombroso milagro del fútbol.
Es muy cierto, siempre vemos a las estrellas que todos nombran en el mundo, pero nunca vemos mas alla, mas alla de las personas que no son estrellas y que luchan cada minuto para marcar un gol y disfrutal la magia del futbol. En mi opinión ya el futbol no es mas que un deporte donde se mueve a punta de dinero, ya se ha perdido la esencia que se tenia dese antes.
ResponderEliminarTahiti nos demostro que el dinero no compra la felicidad, porque, aunque la felicidad de ellso dure 90 minutos, vale la pena disfrutarlo.
Así es , Iván. Para mi se trata de ver el fútbol como un sentimiento, una filosofía.. Lo demás son cosas añadidas que le agregan o le restan valor dependiendo de cómo las vemamos.
ResponderEliminarAl entrenador de Tahití le preguntaron cuál era su objetivo en la Copa Confederciones y respondió:
"La televisión solo muestra a los grandes equipos. Podemos ofrecer valores como el respeto y la lealtad, que a menudo son olvidados en el fútbol profesional. Es por eso que para nosotros un honor poder representar al fútbol amateur en un escenario semejante. Les dije a mis jugadores que, juguemos contra España o contra Nigeria, al final del partido se darán la mano, aún cuando hayan perdido. Y serán reconocidos si han dado lo mejor y mostrado espíritu de lucha"