Todos hemos tenido ese compañero de clase que es simplemente brillante. Aquel que cuando uno estaba aprendiendo a restar, ya él estaba haciendo divisiones de dos cifras, o que cuando hacíamos una exposición tenía la capacidad de sostener un
discurso coherente de más de diez minutos explicando un tema de historia,
cuando uno no podía ni siquiera explicar el proceso de la fotosíntesis sin dejar de ver
la hoja gigante de papel bond (que sujetaba siempre tu mejor amigo) con el
concepto copiado y pegado literalmente de la Enciclopedia Encarta. Es
simplemente ese compañero de clase que parece tener una habilidad cognitiva
increíblemente mayor al resto y que en el colegio siempre fue el más
inteligente. Pero ¿determina el colegio el éxito personal y profesional de las
personas?
Yo particularmente conozco muy
bien a esa figura de muchacho brillante, pero no por vivirlo en primera
persona, sino porque mi rendimiento en clase era tan deficiente, que en varias
oportunidades me obligaban a juntarme con él para ver si podía mejorar en algo.
Era para mí, como dirían los maratonistas, la liebre de la carrera; el que estaba
por delante de mí marcando los tiempos con la intención de que yo le pudiera
llevar el ritmo.
Sin embargo, con el pasar de los
años nos damos cuenta que muchas veces lo que ocurre en el colegio no
necesariamente ocurre en el mundo profesional. Por un lado hay quienes siempre
han sido muy buenos en el colegio y siguen siendo muy buenos en la universidad
y en su vida profesional, pero también existe el caso de aquel amigo que ser
caracterizaba por ser un estudiante promedio, por el que jamás hubiésemos apostado
un céntimo, y que ahora es extremadamente exitoso en la universidad, en el
trabajo o con su pareja. La pregunta es: ¿Qué hay detrás de ese fenómeno? La respuesta parece
estar en un enfoque equivocado de lo que entendemos por inteligencia.
Desde hace mucho tiempo, se
consideraba que una persona era inteligente cuando tenía alto nivel de
razonamiento lógico-matemático y la capacidad de solucionar problemas que
exigieran una actividad cognitiva importante. De hecho, aparecieron los test
estandarizados de inteligencia que miden el coeficiente intelectual y
clasifican a las personas a partir del resultado de dicha prueba. Mientras
mayor puntaje tuvieras en la prueba, más inteligente eras.
En la actualidad, esto sigue
siendo cierto, pero ya no es suficiente. Los autores que se han
dedicado a estudiar el éxito, aseguran que lo que hace que una persona sea
exitosa no son únicamente sus habilidades cognitivas, sino también sus
habilidades de socialización, relacionarse con otros, tener la capacidad de
adaptarse a entornos cambiantes,
facilidad para hacer amistades, ser proactivo, resiliente. En otras palabras;
en tener la capacidad de desarrollar la inteligencia práctica.
Karl Albretch define la inteligencia
práctica como la habilidad de razonar con sentido común de forma estructurada, comprender
el entorno y utilizar el conocimiento para determinar la mejor manera de
conseguir objetivos concretos. Es una habilidad que además comprende la inteligencia
emocional y la inteligencia social de una persona. De igual modo, la inteligencia práctica viene determinada en gran medida por la familia, se adquiere a través de la educación del hogar y se desarrolla mediante experiencias extracurriculares que ponen a los hijos en escenarios sociales que les exigen desarrollar la habilidad de crear vínculos amicales, tomar decisiones asertivas, concentrarse en objetivos, controlar impulsos, autorregularse, tener iniciativa, tener motivación al logro, aceptar críticas, potenciar sus habilidades, traducir pensamientos en acciones, ser positivo, tener empatía con otros, etc.
Esta es la razón por la cual hay
personas que parecieran tener un bajo coeficiente intelectual, pero que llegan a ser muy
exitosas en su vida profesional. ¿Significa
entonces que debemos olvidarnos de lo cognitivo y empezar a preocuparnos por lo
emocional y social? Evidentemente no. Lo ideal es lograr una educación que garantice un equilibrio
para poder responder asertivamente de acuerdo a lo que el entorno nos exija. El principal problema es esto no lo aprendemos en el colegio.
Si quieres profundizar en este tema, mira con atención este video:
excelente!!! me encantó!
ResponderEliminarMari Lemus.
Muchas gracias!!!.. Esa es la idea!
EliminarSaludos.
Muy bueno esta entrada... Yo estuve leyendo La Inteligencia Emocional por Daniel Goleman.. Es un libro muy interesante y práctico... yo soy de las que opina que la inteligencia emocional o práctica son mucho más necesarias para la vida que el nivel cognitivo.
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