Durante la revolución industrial bastaba con saber hacer un trabajo específico, rutinario y repetitivo. Las personas en aquel entonces se consideraban un recurso más, que trabajaba para aumentar la productividad de la fábrica, y cuando ese recurso faltaba, era fácilmente reemplazable por otro capaz de hacer las mismas tareas.
En el mundo actual la visión de una persona no se reduce a lo técnico. Hoy en día se habla de la persona como un ser integral, que además de poseer destrezas técnicas y mecánicas, es un conglomerado de experiencias, creencias, paradigmas, valores, motivaciones y aprendizajes que hacen que esa persona sea lo que es hoy. La punta del iceberg es sólo una pequeña parte de lo que verdaderamente lo conforma.
Cada uno de nosotros tiene detrás una mochila invisible cargada de todo aquello que hemos ido recogiendo en el camino de la vida. Experiencias positivas y negativas de las cuales hemos sacado algún aprendizaje, las creencias, los valores que vivimos y la motivación, que representa el combustible que nos mueve. Y si a eso le sumamos la formación académica, la formación complementaria, los idiomas y las lecturas, entonces la mochila irá siendo cada vez más grande más pesada.
Por estas razones cada vez estoy más convencido de que las personas no somos recursos humanos, sino humanos con recursos, que independientemente de la cultura, la raza, la profesión, nacionalidad o la religión, vamos tocando puertas por el mundo con la intención aportar. Es por ello que quienes hemos decidido trabajar con y para la gente, debemos estar convencidos de que todas las personas poseen herramientas para sumar. Estamos acostumbrados a ver la punta del iceberg, pero lo que verdaderamente vale la pena de la gente es lo que tiene en la mochila.
En el mundo actual la visión de una persona no se reduce a lo técnico. Hoy en día se habla de la persona como un ser integral, que además de poseer destrezas técnicas y mecánicas, es un conglomerado de experiencias, creencias, paradigmas, valores, motivaciones y aprendizajes que hacen que esa persona sea lo que es hoy. La punta del iceberg es sólo una pequeña parte de lo que verdaderamente lo conforma.
Cada uno de nosotros tiene detrás una mochila invisible cargada de todo aquello que hemos ido recogiendo en el camino de la vida. Experiencias positivas y negativas de las cuales hemos sacado algún aprendizaje, las creencias, los valores que vivimos y la motivación, que representa el combustible que nos mueve. Y si a eso le sumamos la formación académica, la formación complementaria, los idiomas y las lecturas, entonces la mochila irá siendo cada vez más grande más pesada.
Por estas razones cada vez estoy más convencido de que las personas no somos recursos humanos, sino humanos con recursos, que independientemente de la cultura, la raza, la profesión, nacionalidad o la religión, vamos tocando puertas por el mundo con la intención aportar. Es por ello que quienes hemos decidido trabajar con y para la gente, debemos estar convencidos de que todas las personas poseen herramientas para sumar. Estamos acostumbrados a ver la punta del iceberg, pero lo que verdaderamente vale la pena de la gente es lo que tiene en la mochila.
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